lunes, 28 de abril de 2008

Niñez

Siempre hay tiempo de volver
a esa niñez idílica,
al amor de los padres,
a la contención,
a la hermandad,
a los juegos,
al tiempo que nunca pasaba.
Siempre se puede volver.

En esa niñez idílica se esconden los secretos de lo que somos. O de lo que podríamos ser. Y necesitamos recuperar a ese niño que hemos sido, en su estado más simple y elemental, sin la contaminación de la sociedad, la escuela, los prejuicios, la moral hueca, las tradiciones, los muchos rituales sociales.

Sigue reverberando en mis pensamientos la luz azul de aquellas noches de verano; las estrellas encendidas, los nombres fantásticos de cada una de ellas, las historias amontonadas del contador de historias, los miedos que no eran miedos sino desafíos a la imaginación. Y la inconsciencia de tener toda una vida por delante, todas las posibilidades al alcance de la mano, todos los sueños por soñar, todas las historias por vivir, todas las utopías esperando a que nos enamoremos de ellas.

Sin duda, es ese niño el que hoy me puede llevar a abrazar aquellos sueños y utopías, y a encontrar el significado de las cosas.